jueves, 16 de abril de 2009

Hacer lo correcto

Se habla mucho de la popularidad de Chávez. Luis Vicente León declaró en una entrevista que el presidente se perfilaba como un titán y que se requería de un héroe para sustituirlo. En primer lugar, le recuerdo al presidente de Datanálisis que los titanes existen en la mitología para aparentar ser poderosos, pero en todo caso, su poder está fatalmente vinculado al fracaso. Pero no entremos en estas discusiones jungianas y centrémonos en lo verdaderamente importante: el problema no estriba en la popularidad de Chávez (o de otro), sino en la oferta que se le está haciendo a los venezolanos.
El gobierno, a cuenta de una popularidad que consta únicamente en actas de votación cuya credibilidad puede cuestionarse, viene sustituyendo la democracia por un modelo socialista a espaldas de la inmensa mayoría de los venezolanos, si asumimos como ciertas las encuestas. Ése es el pivote de la discusión. En tiempos del Tercer Reich la mayoría apoyaba las medidas del führer. ¿Se justificaba entonces el holocausto judío?
A veces no se trata de popularidad sino de hacer lo correcto. La población de los Estados Unidos no deseaba ir a la guerra pero el presidente Franklin Roosevelt bien sabía que su nación mal podía mantenerse al margen de la guerra. Los ingleses tampoco deseaban ir a la guerra pero Winston Churchill tuvo el coraje de ofrecerles sólo sangre, sudor y lágrimas, porque eso era lo correcto.
Excusarse en la popularidad resulta fatuo. Sobre todo cuando urgen medidas para salvaguardar la democracia venezolana. Se trata de contener las aspiraciones del caudillo barinés de erigir a Venezuela como el nuevo cónclave del atraso. No insinúo fórmulas violentas, como un golpe de Estado, que puede traer tan sólo una situación peor a ésta. Me refiero a hacer uso de todos los mecanismos legales posibles, dentro y fuera del territorio, para impedir que el gobierno continúe absorbiendo todo el poder posible.
Para ello urge desmontar el discurso, de un lado, propagandístico, del otro, políticamente correcto, para sustituirlo por uno coherente, constructivo, que en vez de avivar la división de bandos, reúna a los venezolanos alrededor de los temas verdaderamente importantes, y, sobre todo, que desenmascare frente a los millones de ilusos, ciertamente enamorados por la idea de otro país, este tinglado comunista que, disfrazado de propuesta vanguardista, nos retrotrae a épocas ya superadas por la humanidad.

Francisco de Asís Martínez Pocaterra

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