miércoles, 11 de febrero de 2009

La tesis del señor Perdomo

He leído, con estupor desde luego, como un hombre de estos tiempos aprueba la tesis del doctor Laureano Vallenilla Lanz. Ésa que justificaba al “gendarme necesario”. Me asombra porque, según la nota al pie de su artículo, el autor, Camilo Perdomo, procede de un campus universitario (la ULA).
Su fraseo extenso, a veces ininteligible, parece esconder su aceptación de un líder, jefe de todo, que conduzca al país. Ese mismo argumento justificó, en su momento, los mandatos horrendos de Benito Mussolini y Adolfo Hitler. Ese argumento hiede a fascismo, a verdadero fascismo.
Expone en primer lugar, que el poder se ejerce, no se posee (citando a Deleuze). Pero omite que si en efecto el poder se ejerce, se ejerce bajo reglas previamente previstas por el colectivo, porque de otro modo, la revolución del pensamiento democrático contemporáneo sería apenas un saludo a la bandera. Pero resulta mucho más grave su impúdica determinación hacia una figura tan detestable como la del caudillo. Sobre todo en la sociedad contemporánea.
Este autor, que honestamente desconozco y leo por primera vez, desarrolla su discurso para afirmar que, en primer lugar, la alternabilidad democrática alcanzada entre 1958 y 1999 sólo propició lo que precisamente acabó: “el quítate tú para ponerme yo”. Debo decir que ese mismo orden político – el mejor que haya tenido esta paria mía – entregó el mandato a Hugo Chávez a pesar de las dudas serias y razonables sobre su vocación democrática. A lo largo de estos diez años, Chávez desdibujó su mandato en ese poder que ejerce incivilmente y más allá de los límites impuestos ad-initium.
En segundo lugar propone entonces la necesidad de soportar ilimitadamente la presidencia del caudillo, como si la alternabilidad democrática entre 1958 y 1998 asemejara a la infame sucesión de guerras civiles de la segunda mitad del siglo diecinueve. Creo justo asegurar que este argumento desnuda la sinrazón de la enmienda: reelegir a perpetuidad a Hugo Chávez.
Concluyo esta réplica diciendo que, negar la ley sometiendo todo a estas asambleas tumultuarias en las que el gobierno ha desfigurado el acto electoral no es aceptable en una sociedad democrática. La democracia dimana de la ley, de reglas del juego que, como ya dije, se encuentran previamente establecidas (de hecho lo están desde 1776), y no de normas remendadas a la medida de un caudillo.
Señor Perdomo, no se trata de una enmienda inconstitucional. Se trata de la democracia y los valores sobre los cuáles ella se cimienta. No bastan las justificaciones prácticas que en este caso son inaceptables, porque a) el pueblo ya se pronunció al respecto; y b) la enmienda en sí misma no es democrática (como no lo es, desde luego, su principal proponente).


Francisco de Asís Martínez Pocaterra
Abogado

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