Hasta el tiempo se agota
Quien no escucha consejo no llega a viejo, dicen
los mayores, que, justamente por viejos, saben más.
Tic, tac, tic, tac, y
como la portada del semanario francés Charlie Hebdo, Maduro se va disolviendo,
va transformándose en la arena que, al caer, nos advierte que el tiempo, como
todo, también se agota. En unas declaraciones altisonantes, algún vocero
revolucionario le replica a un mandatario latinoamericano, que, sin ambages,
les recomendó aceptar que, si pierden las elecciones, hay que irse. Y en otros
encuentros, se nos dice, entre rumores y noticias, que los embajadores,
encerrados, salieron preocupados de una reunión con voceros del gobierno. Para
unos, cegados por su dogmatismo y sus resentimientos, la pérdida del poder no es
una opción.
Tal vez sea cierto, y que ni siquiera otros,
igualmente ruidosos y groseros, fanáticos, se aferren tanto al poder como
quienes, ofuscados por sus creencias, frenéticos, no entienden que, al amparo
de un orden democrático, también se detenta poder en la oposición. Tal vez, solo
tal vez, aun el propio Maduro esté cansado, y desee retirarse, y que a través
de su hijo haya realizado un mensaje velado. Imagino lo que debe sentirse ser
el campo donde se libra la batalla entre los sensatos y los radicales. Tal vez,
tal vez... O como reza el viejo bolero de Oswaldo Farrés, quizás, quizás,
quizás.
Mientras, en cada lugar que visite, desde
grandes ciudades hasta pequeños caseríos, como Corzo Pando o Quintero, la
gente, esa que el domingo va a sufragar, colma las calles y veredas para
aclamarla como lo que es, una lideresa indiscutible, la cabeza de una oposición
que por a o por b, por la razón que se les antoje, encabeza ese grito
mayoritario que clama por un cambio, que exige cambios.
Se especulan escenarios, muchos de ellos
analizados desde un punto de vista caraqueño, o incluso, catiense, pero obvian
la mayoría de ellos la posibilidad real de materializarlos. Ignoro, porque no
estoy en el epicentro de los acontecimientos, la vieja casona de la esquina de
Bolero, si tienen con qué, aunque, intuyo, por lo que uno lee en un medio y en
otro, que el anuncio de un triunfo de Maduro, chispa peligrosa en medio de
tanta pólvora, podría terminar en un rotundo no de esa pata esencial para
sostenerse, los militares, e incluso, del propio CNE. Quizás el riesgo a las
sanciones por violar derechos humanos sea ahora mucho más patente que por no
acatar órdenes delirantes, y es muy posible que el propio Maduro lo sepa y por
ello ese mensaje en voz de su hijo.
Si bien es cierto que el gobierno podría
intentar una masacre, una represión imaginable solo en Cuba o Nicaragua;
también lo es que estén dispuestos a cumplir esas órdenes quienes habrán de
embarrarse las manos de sangre, de mierda. Desde infinidad de flancos asechan
al gobierno revolucionario, y me valgo del término bélico porque para ellos,
los chavistas, siempre se ha tratado de una lucha de clases que justifica todo.
No se trata solo de un frente internacional para contenerlo, que incluye aun a
mandatarios, en principio alineados, con el régimen de Nicolás Maduro, sino de
una nación agobiada por un colapso cuya génesis se encuentra en la propia
gestión revolucionaria.
No sabemos qué pueda ocurrir esta semana.
De todos los escenarios imaginables, acaso sea para el régimen de Maduro la
postergación de las elecciones el menos costoso, porque costosos, lo son todos.
Sin embargo, a escasas 90 horas de las elecciones, este tipo de medidas van
haciéndose improbables, aunque no imposibles. El fraude, de perpetrarse, como
ya se dijo, sería candela en un polvorín. Acciones postelectorales, semejantes
a las que siguieron a las derrotas en 2007 y, sobre todo, en el 2015, todavía
más riesgosas, quizás, y en todo caso, capaces de achicar las posibilidades de
negociación mucho más de lo que ya están. Sin que desee yo un golpe de Estado,
no podemos olvidar que, en noviembre de 1957, cuando la tropa se robó las urnas
y las autoridades declararon vencedor a Pérez Jiménez, nadie imaginaba que mes
y medio después, el dictador huiría en la Vaca Sagrada.
Tal vez sean los gritos de uno que otro
dirigente revolucionario y uno que otro necio sin opción de triunfo, reducidos
al margen de error en las encuestas, así como unos pocos más, defensores de sus
intereses y prebendas, bravuconadas de camorreros, a quienes, de cara a la
avasallante victoria que se pulsa en las calles, solo les restará aceptar su
derrota y como perro apaleado, huir con el rabo entre las patas. O, tal vez no
estén conscientes de la improbabilidad de superar, aun con trampas, una brecha
de tal magnitud. No lo sé, no lo sé, y esto me atemoriza más.
Ojalá y los amigos del régimen
revolucionario, en especial sus dos vecinos más notorios, le aconsejen bien y,
más importante, que la sensatez impere en el gobierno venezolano, y que
entienda que el tiempo también se agota.
Dijo uno, que se dice amigo, y que tal vez
por ello mismo, lo sea ciertamente, cuando se pierde, se recogen los macundales
y se marcha con dignidad.