Escuché
hoy temprano en Actualidad 90.3 FM a Rafael Simón Jiménez. Fue muy crítico de
la gestión de la MUD, de la cual confesó ser parte integrante. Hombre
procedente de la izquierda y otrora militante del chavismo y del pensamiento
revolucionario, como lo dijo él mismo, aporta al debate político elementos
interesantes. Uno de ellos, a mi juicio uno muy relevante, fue que, palabras más,
palabras menos, ni Chávez ni Maduro ni
ninguno de quienes hoy detentar el poder estaban ni están dispuestos a negociar.
Entonces, no queda otra que construir una fuerza que se pare de frente a las
aspiraciones totalitarias del régimen y le diga que no a su proyecto, y que,
con el carácter suficiente, le imponga una agenda distinta a la que pretenden
llevar a cabo, pese a la negativa popular expresada en las urnas el 6 de
diciembre de 2007.
Planteó
este abogado barinés y quien conoció a Chávez desde que militaban en la
Juventud Comunista de Barinas, que la
tesis de apostar a unas elecciones parlamentarias debe ir acompañada
necesariamente de un trabajo masivo de calle, porque, de otro modo, el
gobierno echará dinero a manos rotas, aunque deba endeudarse para ello, de modo
que, tal como ocurrió con el “Dakazo” en las pasadas elecciones, recupere votos
perdidos que, y es muy importante recalcar esto, no ha capitalizado la
oposición. Creer, como lo dijo Jiménez, que el mero descontento mina las bases
del chavismo y arrastra votos hasta la MUD es una pendejada mayúscula. Esto sin
mencionar el proyecto comunista – palabra que procede de las comunas – que busca crear un parlamento comunal dominado por el partido, como ocurría
en las naciones comunistas.
No
creo sin embargo, que el tema se centre exclusivamente en los pobres, como lo
plantea Jiménez. Ésa ha sido una de las causas fundamentales del fracaso
político-económico venezolano. Esta crisis no solo requiere un discurso, una
oferta diría yo, viable y que se gane la confianza de la gente; urge además de
una gran mesa de diálogo para pactar un proyecto a corto, mediano y largo
plazo, en la que el desarrollo sea impulsado no por un sector, sea el
trabajador o el empresariado, sino por todos; planteando cada uno sus
necesidades y expectativas. Obviamente, el trabajador desea mejores sueldos y
el empresario mayores ganancias. Si bien en principio parecen opuestas, estas
apetencias pueden bien hallar un punto de concilio en una mesa de
negociaciones.
El
país necesita primero sanear esta economía maltrecha y luego, robustecerla para
crear prosperidad. Eso solo se logra con políticas coherentes y consensuadas
que permitan una relación armoniosa de ganar-ganar entre los factores
involucrados. El trabajador necesita un salario que le permita afrontar sus
gastos decentemente, de acuerdo a parámetros aceptados internacionalmente
(capacidad de pago y endeudamiento para adquirir vivienda y sufragar los gastos
cotidianos, incluyendo las necesidades de diversión y ocio); el empresario debe
ganar dinero para poder pagar esos salarios (que redundarán en su propio
beneficio porque la gente gastaría ese dinero generalmente dentro del país) y
obtener un beneficio legítimo por su inversión. Se necesita que el dinero circule,
que no se represe en pocas manos (como ocurre, que el capital se acumula en el
Estado – y por ende lo usufructúan quienes lo administran – sin que la gente
tenga realmente acceso a éste más allá de una limosna disfrazada de misión y
que sin dudas hace del ciudadano un lacayo). El Estado debe reducir su
exagerado protagonismo y fungir más como un mediador, que, teniendo sus propias
necesidades, es lógico que cobre impuestos a unos y otros.
El
tema verdadero es llegar a esa economía saludable, en la que todos ganen y no solo un sector, sea el Estado, los
empresarios o los pobres. Con un discurso socialista – y del más reaccionario –
no va a lograrse. Por el contrario, va a empeorar la crisis (porque el
socialismo es su génesis). Por ello, la MUD no solo debe ganarse a las clases
más necesitadas, como lo planteaba Jiménez (y muchos más), sino también a la
depauperada y descreída clase media y, desde luego, a las clases altas en los
sectores económicos y políticos, porque solo así se construiría esa gran fuerza
que sirva de muro de contención a las aspiraciones de la revolución mientras se
logra el cambio de fuerzas en la Asamblea Nacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario