sábado, 28 de septiembre de 2013

Un solar llamado Venezuela

Uno escucha aquí y allá voces quejosas, voces que acusan delitos cometidos por los Estados Unidos, porque se robaron la esperanza de los países latinoamericanos, porque son malucos como el mismo Satán. Pero uno escucha los discursos en ésta y otras tierras latinoamericanas y advierte una pasmosa irresponsabilidad. Uno escucha a la izquierda del mundo y llegar a creer que en efecto, Estados Unidos personifica al mal. Y en un momento de lucidez, como si de una epifanía se tratara, uno llega a entender que no se trata de Estados Unidos, o de otras potencias, sino de nosotros, que como sociedad hemos fallado.
Culpar a Estados Unidos no va a resolver nuestros males, no solo porque es inútil encontrar soluciones buscando culpables, sino porque además, el subdesarrollo latinoamericano no se cuenta entre sus muchos pecados. Hemos padecido gobiernos mediocres porque, nos guste o no, los gobernantes son espejo de sus gobernados. Hemos electo badulaques y charlatanes no porque Estados Unidos los haya impuesto, sino porque como esos mequetrefes, creemos un sinfín de bobadas como ciertas. Y la única verdad es que los países son tan grandes como lo es su gente. Inmerso en nuestra propia idiotez no vamos a superar nuestras desgracias, por el contrario, seguiremos regodeándonos en ellas.
Creo que en esta vida todo es posible. Claro, solo si actuamos con responsabilidad. Y la ésta supone, además de seriedad y compromiso, la gallardía y el coraje para reconocer que hemos errado, porque los errores empiezan a solucionarse cuando los reconocemos. Y es que errar es parte del proceso, porque se hace camino al andar. Hemos refundado este país unas veintetantas veces, con irresponsables llamamientos a la revolución y la guerra. Por eso, hoy por hoy, todavía no tenemos patria. Tenemos si se quiere, un terreno habitado. Un solar al que llamamos Venezuela.

Tendremos patria pues, cuando finalmente entendamos que la retórica no soluciona los problemas, que la gente debe responsabilizarse de sí misma y esforzarse en su trabajo, que tanto significa un privilegio primar al rico porque es rico que al pobre por ser pobre. Que el pueblo somos todos, no solo los menos favorecidos, y que si unos ponen su mano de obra y su sudor, los otros arriesgan su dinero y aportan sus ideas y su genio. Tendremos patria pues, cuando entendamos que la democracia es incompatible con el socialismo, con el fascismo, con el militarismo, con el populismo… que la democracia no es lo que algunos pretendan decir que es sino exactamente lo que es: el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.   

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