lunes, 20 de octubre de 2008

La amoralidad como fin

No deseo adentrarme en explicaciones acerca del futuro previsible para Venezuela. Me voy a referir, en cambio, a la naturaleza ética de este gobierno. Por eso, poco interesa a los fines de estas palabras la popularidad del gobierno y de su comandante (y no es casual que use un calificativo tan repugnante). No se trata de si es o no popular. Se trata de si es moralmente aceptable o no. Tamaña diferencia ¿no?
Necesito robarme unas palabras de Manuel Caballero (por lo que le pido excusas al ilustre historiador, quien obviamente es mucho más culto que yo). Él dice que la dictadura nazi no fue mala porque haya cometido atrocidades durante la guerra (porque en todas se cometen). Lo fue porque asesinó sistemáticamente a más de seis millones de judíos. Es decir, porque perpetró el delito de genocidio (término acuñado después de la Segunda Guerra Mundial).
Con el régimen nazi cayó también el fascista. 46 años después cayó el comunismo. Sus regímenes, sobre todo los dos primeros, no admiten discusión acerca de su inmoralidad y falta de ética. Del último, aún existen ingenuos que le ven bondades. Por ello, he de limitarme sólo a los dos regímenes totalitarios depuestos en 1945. Hecha la aclaración he de referirme pues a las razones morales que a mi juicio fundamentan su inmoralidad o ¿amoralidad?
Volviendo al tema del genocidio, podemos decir que los regímenes nazi y fascista no sólo torturaron y asesinaron a sus detractores, como no pocas dictaduras de éste y aquél lado del Atlántico. Su afán totalizador asesinó además la disidencia. No se tome esta frase a la ligera. No es una metáfora o mera retórica. Es la esencia de su inmoralidad porque uno y otro perseguían extirpar toda forma disidente y crear un pensamiento único. Debería citar en este momento el razonamiento que O’Brian le ofrece a Philip Smith durante su tortura (por esas cosas de los ignorantes, me refiero desde luego a la obra “1984” de George Orwell). Es muy extenso. Sin embargo, expone magistralmente lo que significa aniquilar toda forma de disidencia en función de algo más allá de las personas que en un momento puedan ostentar la jefatura del Estado, aun si ésta vitalicia.
Se anula al ser humano y se exalta al Estado. La infelicidad de todos importa muy poco comparado con el bienestar del Estado, entendido como algo ajeno o ¿superior? a las personas. Y me pregunto, ¿qué carrizos es el Estado si no su gente (además de un territorio y sí, un poder político)? De hecho, ¿de qué sirven estas dos últimas si la gente no es feliz? El territorio sería una cárcel y el poder político, una forma brutal de policía (sin que pretenda hacer comparaciones odiosas con el régimen cubano). Entonces, ¿no es esto una forma de genocidio? Uno que incluso no distingue siquiera entre disidentes y convencidos.
Esta anulación del ser humano, de sus ambiciones, de sus sueños, sus gustos, ¿no es un asesinato sistemático de todo el mundo? ¿Y ésta no es, asimismo, una forma brutal de violencia? ¿O el abuso en las acusaciones infundadas sobre magnicidios y golpes de Estado que, al parecer, sólo existen en la mente del caudillo y que pueden costarles la libertad a ciudadanos inocentes (al menos de ese crimen)? Yo creo que sí. Y creo que su violencia además es sistemática… Más bien un fin.
Volvamos a Venezuela. Regresemos además a este momento. Se dice que aquí hay una oposición. Pero al parecer sólo sirve de marioneta para ofrecerle una burda apariencia de democracia a este proyecto. Cada vez que puede, Chávez arremete con violencia contra todo aquél que pueda hacerle sombra. Sea Miguel Henrique Otero, con su movimiento 2-D (acaso porque le recuerda insistentemente que el pueblo le dijo que no a su reforma constitucional y, sobre todo, a su reelección vitalicia), a todos los candidatos, opositores y revolucionarios críticos (que para Chávez son la misma ralea de vendepatrias), a los gobernadores de su propia secta que, creyendo poseer un liderazgo propio, se le han vuelto díscolos… Esto se parece tanto a la aniquilación de toda disidencia pretendida por los regímenes nazi y fascista que mal puedo evitar compararlo. Significa entonces que el actual gobierno ejerce el genocidio como fin político. Eso lo hace, pues, amoral. Y es por ello que interesa poco, muy poco, si es popular o no. Dudo que seamos minoría. Pero de serlo, de todos modos ¡tenemos la razón!

Francisco de Asís Martínez Pocaterra
C.I. 9.120.281
Abogado

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