Hoy,
reunidos ante el cenotafio del caudillo, Maduro y su gente, luego de celebrar
una victoria insignificante, se verán de nuevo frente a la dura realidad: la
revolución fracasó estrepitosamente. Las expectativas que irresponsablemente
sembró en la población han ido degenerando en una ira contenida que, les guste
o no, podrá regresárseles como un boomerang.
Calixto
Ortega regresó triunfante, con su hombre liberado de las garras del imperio,
pero al ciudadano de a pie, eso realmente le importa poco. Su cotidianidad se
ha vuelto tan triste y complicada que dicho en términos muy coloquiales, ese
señor les importa un carajo. Ya lo dijo Oscar Schemel hoy, el chavismo no
ganaría unas elecciones. Y hasta donde sé, al director de Hinterlaces, cuya
seriedad no cuestiono, no puede vinculársele con el sector opositor. Ése es el
verdadero tema del chavismo devenido en madurismo, y ellos lo saben.
Nos
desgarramos las vestiduras porque el Reino de Holanda “ordenó” la liberación
del general Carvajal. Sin embargo, no nos detenemos a pensar un instante en
que, en primer lugar, su detención no iba a degenerar en una caída del
gobierno. En segundo lugar, las razones de su detención se han visto reforzadas
por la decisión del gobierno holandés de declararlo persona non grata en los
territorios del reino, con lo que, lograron su liberación pero no lavarse la
cara. Esto último es mucho más grave para ellos que las razones que pudo tener
Holanda para acordar su liberación.
No
seamos ingenuos. Por supuesto que en el ámbito internacional pesa – y mucho –
el tema petrolero. Pero a mi juicio, aunque puedo estar equivocado; la política
internacional puede favorecer alguna clase de salida (que ciertamente podría
ser mucho peor para los venezolanos). Creer, sin embargo, que la comunidad
internacional se vaya a encargar de nuestros problemas es una necedad pueril. Y
he ahí donde reside el principal problema del chavismo (y puede que de todos
nosotros). La liberación del general Carvajal no abastece los mercados, no
abate la inflación ni mejora la seguridad ciudadana y social. Esos problemas persisten
tercamente, exasperando a una población que se siente estafada.
El
gobierno de Nicolás Maduro está obligado (por fuerza de necesidad) a dejar de
lado las maniobras efectistas y acometer seriamente un plan de reformas, que
obviamente inicia con la tirada del Plan de la Patria al cesto de la basura.
Maduro debe comprender que éste es su gobierno y que él no es Chávez (carece de
su liderazgo y de su carisma). Las fuerzas vivas del país, incluyendo a buena
parte del PSUV, no dudarán un instante para echarlo a patadas si las cosas no
cambian. Por eso, no es un triunfo que haya “logrado” la libertad del Pollo
Carvajal. Sus problemas domésticos, que son los que realmente amenazan la
viabilidad de su gobierno, siguen incólumes.
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