lunes, 16 de noviembre de 2009

Hablando de don Salvador

Bien sabemos que estas polarizaciones como las que vive Venezuela hoy, en la que se distinguen tres toletes de acuerdo a Alfredo Keller, las salidas indeseadas suelen ser las más probables. No lo digo yo, que demócrata soy, además convencido, sino la historia con esa manía suya de mostrarnos la verdad. Este gobierno, no obstante, fiel a las vetustas tradiciones humanas, por lo general reconocidamente salvajes, prefiere pues, negar lo obvio y, de paso, matar al mensajero, quizás por aquello de que las cuitas, mejor mantenerlas secretas. Por eso, el periodista Rafael Poleo vive ahora en el exilio, junto con su hija, por decir, ese viejo zorro, como quien no quiere, que este señor, éste que desgobierna, podía acabar como Mussolini. Y no creo yo, que mal pensado soy, que tal encono se haya debido al augurio, por lo demás terrible, en contra del mandamás venezolano, augurio ése de morir linchado, aunque el dictador italiano linchado fue, así es, pero luego de fusilado. Creo, al contrario, que mucho molestó al líder, caudillo y no sé cuál otro epíteto endilgarle, la odiosa comparación con el jefe fascista.
Traigo este cuento no por ocioso, sino porque, otro ejemplo histórico más se me viene a la memoria, aunque en ése ejemplo, su líder sí profesaba esas creencias marxistas, a pesar de ser un hombre inteligente y cultivado, distinto de éste, nuestro mal llamado comandante. Y no es otro, este cuento, que el del ilustre médico, don Salvador Allende, suicida sospechoso de muerte diferente, que, sumió a Chile en un caos por ese empeño socialista de creer que semejante necedad pueda funcionar, aunque a las vistas está ahora – y no en tiempos de don Salvador – más que fracasado y obsoleto. Y de ese caos vino lo peor, ese orden que algunos, los más decididos, desgraciadamente, sólo saben hacerlo por las malas.
No crea usted lector, que culpa fue toda del presidente Allende, porque, sumada a la anarquía del socialismo a la chilena, surgió también una oposición pusilánime, incapaz de ofrecer a los chilenos una salida alterna. Créalo o no, como asegura don Ripley, tanto daño hizo a Chile la necedad socialista como la incapacidad democrática. Vivieron por ello, unos y otros, la desgracia y la tragedia de torturas, asesinatos y desapariciones, que al caso son asesinatos llamados por otro nombre. Pinochet fue, no lo dude, resultado de la idiotez y de la tozudez. Dios quiera que en éste, mi país, unos y otros, que por igual tienen derecho a existir y deber de tolerarse, se pongan de acuerdo para hacer país y no una maldita revolución.

Francisco de Asís Martínez Pocaterra

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