miércoles, 25 de junio de 2008

La ley “racista” y la conducta “idiota”

La pendejada del venezolano es pasmosa. Federico Alves invita a través de Noticiero Digital a apoyar “irrestrictamente” a Chávez en su cruzada contra la “ley racista”, recientemente aprobada por la Unión Europeo. Déjese de pendejadas, señor Alves. Veamos, sin prejuicios, lo que ocurre en el Viejo Continente con la inmigración indeseada.
Debo iniciar esta disertación con una verdad histórica: Europa le exprimió el jugo a las naciones africanas, de donde procede el grueso de la inmigración indeseable, durante años y ahora parece lavarse las manos. Es verdad. Sin embargo, la ayuda económica que el mundo desarrollado, de aquél y este lado del Atlántico, ofrece al África termina en las cuentas de gobernantes corruptos y de los señores de la guerra. El conflicto eritreo-etíope desvía ingentes recursos a la compra de armamento, mientras los nacionales, de uno y otro país, fenecen famélicos. Y éste es tan sólo un ejemplo. Europa sí abusó de las colonias africanas, pero buena parte de la miseria africana se debe a la corrupción obscena en las naciones del Continente Negro.
En cuanto a América Latina me resulta tedioso el llantén de indigenistas, que viajan por el mundo, disfrutando de las bondades y bendiciones de esos países colonialistas que masacraron a los pueblos indoamericanos. La conquista fue cruenta. Claro. Porque esos años fueron cruentos. No sólo de este lado del mar, sino de aquel lado también. Hoy, los latinoamericanos huyen de los pésimos gobiernos de sus respectivos países, verdaderos responsables de la pobreza en esta parte del continente. Ese discurso a apriorístico de las izquierdas no sólo resulta necio, sino que muestra una visión dogmatizada de la realidad mundial.
La ley, cuyo contenido ignoro, parece incluir medidas que, jurídicamente, son contrarias a los principios del derecho, violatorias de los derechos humanos. Por supuesto, creo que en efecto, los gobiernos que rigen en las naciones de origen de las personas afectadas deben proteger a sus ciudadanos. Sin embargo, pretender que Europa soporte la inmigración descontrolada de personas, amenaza la estabilidad económica de las naciones europeas y al resto del mundo por igual. No olvidemos que en un mundo globalizado, lo que ocurra en las potencias desarrolladas incide directamente en el resto del orbe.
Si bien es cierto que esos inmigrantes, ciertamente ilegales, cumplen tareas que los nacionales de esos países no desean hacer, también lo es que, distinto de la competencia que representen para los locales, muchas veces constituyen una carga financiera para el Estado, porque no pueden negarles un mínimo de asistencia social a ellos y sus hijos, y no pocas otras engrosan la población carcelaria. No es falso que su permanencia fuera de la legalidad imperante supone una gabela financiera considerable para los Estados europeos y, obviamente, una carga impositiva que hace gravosa la vida de quienes sí viven al amparo de la ley, sean nacionales o extranjeros.
Por eso, señor Alves, me niego a apoyar un discurso tonto, carente de un análisis medianamente profundo. En primer lugar, porque creo que la actualidad – sumamente compleja – exige de nosotros más inteligencia y menos visceralidad. En segundo lugar, porque es una idiotez. Así de simple. Pretender que las potencias extranjeras no se defiendan de una inmigración que compromete la seguridad económica de sus nacionales es simple y llanamente, cretino.

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